domingo, 2 de noviembre de 2014

No quiero un amor de película




Sin dudas, el séptimo arte nos ha cautivado a todos. Durante años sufrimos, nos reímos y nos enamoramos con las películas que narran amores desencontrados, histéricos, miedosos, celosos y demás adjetivos que le dan sustento a dos horas de actuación.

Cuando era chica quería que dos hombres se pelearan por mí, para sufrir en silencio, abrazada a la almohada por esa desdicha atractiva de sentirse doblemente deseada. Cuando me pasó, me di cuenta que no es tan lindo como me parecía tiempo atrás, por el contrario: los días no se pasaban rápido como en la película, no se me hizo tan fácil levantarme de la cama como la actriz que pasa del estado de depresión más profundo a darse cuenta en un segundo que todo puede cambiar y mejorar! Nada de eso, el dolor real es feo, sentirse un trapito de piso por amor no vale la pena (bueno, nada debería valer la pena, pero el tema de las frases y las palabras lo charlaremos en otro momento), estar tirada en una cama no es atractivo ni tan fácil como parece: en la película la chica deja de trabajar o hace un viaje épico donde conoce, ahora sí, al amor de su vida. No fue mi caso, yo tenía que ir a la facultad, ir a un trabajo donde no podía tener la mirada perdida pensando en lo que pasó, debía subir y bajar de colectivos repletos de gente (y no, en ninguno estaba mi príncipe azul). Fue así que la peor experiencia de mi vida se convirtió en el puntapié de una nueva forma de vivir: comencé a preguntarme qué era esto del príncipe azul, qué era el amor, qué significaba amar y cómo quería amar a un hombre y ser amada (amor, amor, amor, amor, amor).

Descarté las películas, los amores de novela y las canciones de sufrimiento que evocan amores dudosos: "Sin tí me muero", "no me dejes vida mía", "te preciso para vivir", "después de tí no hay nada". También eliminé las escenas no deseadas en mi vida (y siguen eliminadas al día de hoy), como la imagen de la mujer que corre y el hombre la persigue o la típica escena donde ella lo ama pero le dice que lo odia y él... frente a semejante declaración se guarda su amor y le dice que su odio es recíproco.

Supongo que no quiero un amor de película porque ya lo tuve y eso es parte de mi pasado. Fui protagonista de esas películas donde se gasta más energía en la actuación que en lo lindo de la vida. Y hoy el amor lo concibo de otra forma: disfruto junto a mi pareja de una libertad real, donde nos reconocemos como dos personas completas que eligen vivir juntos, con espacios personales, mezclados, entreverados, aislados... sin cosas bien o mal, simplemente deseos, ganas, momentos. Sabés lo que significa que hagas lo que hagas no hay una etiqueta que indique que eso es bueno o malo? Simplemente es. Y es porque somos, y porque cada uno tiene su mochilita donde va cargando y descargando cosas a lo largo del camino.

Hoy disfruto de un amor honesto, sin teleteatro ni escenas de novelas, sin fantasmas del pasado, sin miedo a nombrar a aquellas personas que me enamoraron y también marcaron mi vida... Hoy disfruto de un amor libre, risueño, lo disfruto a carcajadas, con besos simples y abrazos, lo disfruto sin medirlo sexualmente... Quién dijo que el sexo es el termómetro que indica que hacemos las cosas bien?  Lo que nos marca el amor son los hechos cotidianos, las miradas, los abrazos, las palabras, las risas, las lágrimas, el desnudarnos frente a la otra persona en todos los sentidos imaginables.


El amor es un universo y hoy habito cada rincón de él.