¿Estás feliz con la vida que llevas?, ¿Sonreís cuando hacés un repaso de tu vida?... ¿qué sentís en este momento con esta pregunta? A mi la vida no se me hizo fácil, siempre fui muy sensible, estaba atenta a las necesidades de las otras personas, era de las niñas fácilmente admiradas y queridas por ser obediente, correcta, empatizar con los adultos y ser capaz de llevarme mejor con la gente grande que con los de mi edad, tal vez porque se hace más fácil vivir en el mundo de los adultos, es sencilla la explicación: los adultos pocas veces son espontáneos, se reprimen las risas a carcajadas, no sobresalen por andar sonrientes en un colectivo lleno de caras pensativas, amargadas o alejadas del aquí y ahora. La naturaleza de los niños es otra, totalmente distinta: ellos juegan sin importar si los miran, porque ellos no miran al resto, juegan con el resto; son brutalmente honestos, y si bien eso puede ser muy doloroso a veces, sabés que cuando se ríen lo hacen también espontáneamente, no buscan agradar, simplemente son, existen.
Hoy me voy a reír como una niña, sin importar qué piensen.
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