lunes, 17 de diciembre de 2018

El se afila los dientes cada vez que te reís de nosotras


Por Martina y todas las que dijimos NO alguna vez y de mil formas. Sabés la valentía que hay que tener para asumirlo? Te voy a explicar, porque si nunca te pasó no lo vas a entender.
Cuando las personas que fuimos abusadas nos damos cuenta del abuso, ya pasamos gran parte de la vida habiéndonos echado la culpa de lo que pasó, de lo que hicimos, de lo que generamos. Ya pasamos gran parte de nuestra vida con traumas que se generaron de forma brusca pero con una sutileza tal, que no podés salir a contarlo. Porque si no tenés moretones no fue tan violento. Si no tenés marcas tanto no te resististe. Si tu vida sigue, pese a que la violencia que viviste o a lo que hicieron con vos (y de vos) tan mal no la pasaste.
Cuando las mujeres que fuimos abusadas podemos decirlo es porque hicimos mucho esfuerzo. El primer esfuerzo que hicimos fue "que no se notara", porque la culpa era nuestra, lógicamente. El segundo esfuerzo (según la edad) fue ocultarlo, negarlo, taparlo tanto, tanto, pero tanto, que no quedaran rastros. Y de puertas para afuera seguramente habíamos tenido éxito, pero no... Porque eso que nos pasó, eso que hicieron con nosotras sigue ahí... de forma latente y disfrazado de tal forma que cuando vuelve, irrumpe violentamente en nuestra psiquis y en nuestro día a día. Hacemos tantos esfuerzos por ocultarlo, que durante días, meses o años vivimos tranquilas creyendo que logramos el objetivo, pero empiezan los síntomas, las sensaciones extrañas, mil cosas inenarrables... Hasta que un día, con una angustia poco conocida, todo lo que creíamos haber ocultado perfectamente se nos pone en frente y ya no es posible apartarlo. Se queda ahí, mirándonos de frente. Trayéndonos imágenes a nuestra cabeza, sensaciones a nuestro cuerpo, dolores de los cuales creíamos haber escapado para siempre... y nos destroza. Nos parte en mil pedazos. Nos desarma, nos desintegra. Pero ya somos más grandes, , tenemos más herramientas... algunas más y algunas menos. Recuerdo cuando mi psicóloga me dijo: "ABUSARON DE VOS"
- "No. No. Estaba jugando", dije yo.
- "No, Magda. Abusaron de vos. Eso no está bien. Lo que hizo no está bien. No fue sin querer, no fue por tu culpa. Esa persona debía cuidarte, tiene una patología y abusó de vos. Fuiste abusada".

A muchos le parecerán simples palabras, con cierta lógica. Pero no. Estamos inmersos en una sociedad que naturalizó y aún naturaliza comportamientos malos y agresivos con un manto de piedad, teniéndole lástima al abusador (victimario, digamos. Sea chorro, asesino, violador o acosador, pueden ponerle el nombre que quieran).

De ese esfuerzo también quiero hablar. Una mujer abusada no lo procesa de un día para el otro, porque las marcas, la sangre, los gritos y los moretones muchas veces van por dentro. Si no te ven golpeada no te creen, si no te ven derrotada y en el piso ponen todo en duda, por suerte, de un tiempo a esta parte se habla de violencia verbal, psicológica, aunque también es cierto que aún hay muchos problemas para poder llegar a hacer entender que el papel de una perimetral no detiene la violencia.

Qué otros esfuerzos se esconden detrás de una persona que fue acosada o abusada? Hay uno que existe para siempre... y sólo quienes lo atravesamos lo vamos a entender, no lo digo soberbiamente, nunca quise tener este tipo de "exclusividad". Pero hay una pregunta recurrente... va y viene. Viste cuando fantaseas con ganarte el quini 6? Que pensas todo lo que harías, la casa que te comprarías, a vos y a tus viejos, los viajes, la plata que donarías, los comedores comunitarios que abrirías para las personas en situación de calle, etc. etc. etc. Hasta que te acordás que ni siquiera jugas al Quini 6 y te vas a trabajar con una sensación de que no lo vas a ganar jamás. Bueno, algo parecido nos pasa a nosotras... a veces fantaseamos con: "cómo sería yo si no me hubiera pasado?" qué hubiera sido de mí, si no me hubieran hecho lo que me hicieron.... me reiría más? Tendría menos mambos sexuales? Hubiera sido menos acomplejada con mi cuerpo? Sería más confianzuda? Sonreiría más en la calle? Sería más amable, porque no vería el peligro latente en todos lados? y ahí, como un rayo que te parte a la mitad te das cuenta que nunca lo vas a saber. Jamás. Que ya estás rota. Resquebrajada. Que el juego de: "qué hubiera sido de mí, si no..." es una realidad, dolorosa y tormentosa que se resignifica en miles de aspectos.

Cuando voy a una plaza me divierto, miro a los nenes jugar, tomo mate, advierto de algunos riesgos cuando se tiran de tobogán, cuando corren sin ver que pueden tropezarse y... VIENE EL IMPACTO. Pienso, qué inocencia. Su único riesgo es lastimarse con los juegos. Qué inocencia, carajo, no saben todo el mundo de mierda que está ahí afuera. No saben cuántos tipos en este momento los están viendo jugar y generar el peor de los escenarios en su mente.

Por eso digo, que los que fuimos abusados hacemos muchos esfuerzos. Muchos. Todo el tiempo. Veo con qué inocencia los nenes agarran una galletita cuando se las das, qué fácil es tomarlos de la mano y llevarlos con vos... y nosotros, los adultos en vez de decirles: la vida es maravillosa, la gente comparte lo que tiene, te canta canciones, re quiere hacer reír, porque tu risa ilumina el mundo... tenemos que decirles que se cuiden, que nos avisen si alguien quiso tocar su cuerpo, que no agarren galletitas, que no agarren caramelos.

Entienden? Entienden que cuando escrachamos o denunciamos a los abusadores y violadores les estamos diciendo que no nos quedamos más callados? Entienden que no es por nosotras o nosotros? Es por los más chiquitos, por los que no pueden decir que NO, como nosotras o nosotros no pudimos decirlo. Es por ellos, es porque sabemos lo que es estar solos, aterrados, desconfiar de nosotros mismos, de sentirnos hasta responsables de quien nos abusó. Sabemos lo que es tener miedo en lugares donde no deberíamos tenerlos. Lo sabemos porque nos pasó. Porque situaciones de disfrute, como son las vacaciones, la colonia, salidas con familiares o sencillas y simples siestas, eran nuestros lugares más horrorosos donde estábamos desprotegidos, solos, con miedo y sin saber qué decir, qué hacer o cómo comportarnos.

Mientras cuento o intento contar con ciertos detalles todo esto que atravesamos... la vida va pasando. Y con ella conocemos a gente nueva, algunas logramos no volver más a esos lugares oscuros (recuerden, no volver per se, pero nunca nos vamos del todo) y la vida aparenta tener cierta normalidad, por eso (no creo poder dar respuesta a una acusación que surge desde un lado tan poco empático y amoroso, pero necesito aclararlo) las mujeres que fuimos o somos abusadas tenemos ratos de "normalidad", nos reímos, nos enamoramos, besamos en mayor o menor medida, tenemos relaciones sexuales (que muchas veces pueden terminar en un llanto que deja atónita a nuestra pareja), nos maquillamos, conseguimos trabajos, hasta fotos nos sacamos... si! rotas pero humanas!

En todo ese camino de transformación, que ni nosotras o nosotros sabemos que transitamos... siempre escuchamos por primera vez que a alguien le pasó algo parecido. Escuchamos. Nos identificamos, volvemos a creer que si a alguien más le pasó y pudo contarlo... tal vez nosotras podríamos atravesar lo mismo. Seguimos escuchando historias, leyendo relatos, agudizamos la escucha y afinamos el corazón. Comprendemos el mundo de otra manera. Y ahí es cuando todo va tomando forma y color. El color que una elija o pueda elegir. El color de la esperanza, de la salvación, de la amistad. El color de la valentía, del coraje. El color de animarse. El color de decir BASTA. El color de enfrentar y a veces hasta de confrontar. El color del empoderamiento. De la libre elección. Y con todos estos colores, con todas las miradas sororas que encontramos a lo largo de este camino de transformación ocurre el milagro... SE ROMPEN LAS CADENAS.

Si, hermosa... se rompen. Te lo juro. Siempre vamos a tener la pregunta ahí: "Y si no me hubiera pasado?" No sería quién soy. No tendría esta enorme empatía por quien sufre. No tendría a cautela al hablar o escuchar sobre problemas de otros, que pueden no ser los mismos en los hechos, pero si en las ideas... porque yo sé lo que estar en el barro. En el fondo del fondo. Se lo que es haber sido humillada. Se lo que es no querer y tener que hacerlo. Se lo que es el terror de callarme la boca, lo que es llorar sola y sentirme degradada. Se lo que es todo eso y más.

Pero también, Martina, vos y miles de cientos de mujeres... se lo que es la libertad. Se lo que es hablar, no callarme, contar sin miedo, sin tapujos. Mirar de frente a cualquiera, porque a mí me violaron, pero yo no les devolví lo mismo a los demás. Sí, me violaron, me tocaron sin que yo quisiera, me tocaron sin saber qué estaban haciendo conmigo y sin embargo yo no quiero eso, lo combato día a día, o discuto, lo lucho, lo replico para que las personas que padecieron lo mismo que yo puedan decirlo y puedan sanar esos dolores.

Querido Macho, cada vez que vos dudas de una chica que cuenta de la humillación por la que pasó, un hombre está repitiendo el abuso de otras maneras. Porque el único mensaje que estás dando es que precisas ver moretones, sangre y ojos reventados para que conste ese abuso. Y hay miles de casos comprobados, soy uno de ellos, que los abusos muchas veces no dejan marcas visibles. Cada vez que te reís o hablás con tanta soltura del tema, le estás diciendo a tu hermana, a tu hija, tu sobrina, tu nieta o a hasta tu vieja misma que se calle la boca porque vos ni nadie va a creerle. Abrí los ojos, macho, porque si los hombres tienen miedo es porque algo alguna vez hicieron. Que crezcan y aprendan. No le tengas bronca a nuestros gritos, temele a tu silencio, sé el hombre de bien que compartís en Facebook.  Se el hombre en quien puedan confiar tus hijos y tu pareja.

jueves, 6 de diciembre de 2018

Una vez yo tampoco entendí...

Para qué festejar el cumple si el nene no se da cuenta que cumple años?  Para qué celebrar navidad con Papá Noel si la gordita todavía es chica?

Y entendí que los más chiquititos no entienden de combinación de colores, de letreros hechos con manos temblorosas o por grandes artistas, que seguramente no entiendan de marcas, si compraron gaseosa o agua con jugo en polvo. Si hubo mucha comida, si soplo la velita en la torta más cara o en un bizcochuelo con algo de dulce de leche. Les da igual si pagaron miles de pesos en un salón con el dibujito del momento o se improvisaron con papel maché algunas guirnaldas de colores. 

Regalos? Son para los grandes, que muchas veces dejan sus paquetes para ser vistos, obligando a veces a que el que compró "una pavadita" lo de en privado por temor a las críticas. 
Da igual que haya o no fotos, que sean de cámara profesional o de esas que quedan salen todas movidas y siempre algún familiar es agarrado desprevenido bostezando o comiendo con unas ganas bárbaras un sanguchito. 

No hay lente, celular o vídeo que pueda captar todo lo que esa pequeña personita está recibiendo en el momento del cumple, del alguna celebración, incluso de las que tanto se critican porque no son "nacionales". Y qué? Importa acaso cuando tu bebé abre sus ojitos sin poder creer el festival de luces, besos, abrazos, risas y caricias que está viendo?


Todo lo que mencioné primero es para entretener a los grandes (cuántas veces vimos a los más chiquitos pasar horas con un trapito o una simple caja?). Lo que nosotros no entendemos es que la energía amorosa que reciba ese niño, esa niña... lo es todo. Los abrazos, las caricias, la interacción con otros adultos, con los más pequeños invitados. Aprenderá a compartir, a reírse, a reencontrase con familiares, a reinventar los abrazos. Y algún día crecerá y... entenderá. Como siempre quisimos, obstinadamente, los grandes. Que entienda a nuestro modo. Que entienda que lo amamos en ese día y lo amamos ahora. Que organizar un cumple era una forma de hacerlo sentir especial. De recordar que su llegada a este mundo tuvo un día y una hora, donde un ser humano hizo especial la vida de dos personas que lo estaban esperando. De cuatro. De seis. De diez. De cientos de tíos, tías, vecinos, amigos y abuelos que estaban ansiosos por recibirlo. Por darle amor. Risas. Caricias. Silencios. Siestas. Meriendas. 


Escribo todo esto porque hoy el amor de mi vida fue a buscar a su hijo para traerlo a su otra casita un par de días... y pensé: Acaso esto lo entiende el bebé? Qué diferencia hay entre un cumple y cuatro horas de tren para ir a buscarlo por unas pocas horas a veces, 2 o 3 días cuando tenemos suerte... Y pensé que amar es eso. Sólo amar. El resultado no está en nosotros. 


Pero algún día, bebé Rafa, entenderás que tu papá te soñó. Y aún te sueña. Que deja todo lo que está haciendo cuando le tirás los bracitos y te agarra, te besa y se queda quietito como si tuviera miedo a romper el hechizo mágico que se produce cuando sus chachetes se juntan y vos lo sujetas con tu manito minúscula, pero fuerte, tan fuerte... que vos, pequeño Rafael sos quien sostiene a tu papá con tanto amor que él logra resistir todo y más... 


Ojalá hoy entiendas en tu alma todo lo que te ama tu papá. Y el día que seas ya un hombre, entiendas qué tanto te amó tu padre y cuánto hizo amorosamente por tenerte siempre un poquito más cerca.