Por Martina y todas las que
dijimos NO alguna vez y de mil formas. Sabés la valentía que hay que tener para
asumirlo? Te voy a explicar, porque si nunca te pasó no lo vas a entender.
Cuando las personas que
fuimos abusadas nos damos cuenta del abuso, ya pasamos gran parte de la vida
habiéndonos echado la culpa de lo que pasó, de lo que hicimos, de lo que
generamos. Ya pasamos gran parte de nuestra vida con traumas que se generaron
de forma brusca pero con una sutileza tal, que no podés salir a contarlo.
Porque si no tenés moretones no fue tan violento. Si no tenés marcas tanto no
te resististe. Si tu vida sigue, pese a que la violencia que viviste o a lo que
hicieron con vos (y de vos) tan mal no la pasaste.
Cuando las mujeres que
fuimos abusadas podemos decirlo es porque hicimos mucho esfuerzo. El primer
esfuerzo que hicimos fue "que no se notara", porque la culpa era
nuestra, lógicamente. El segundo esfuerzo (según la edad) fue ocultarlo,
negarlo, taparlo tanto, tanto, pero tanto, que no quedaran rastros. Y de
puertas para afuera seguramente habíamos tenido éxito, pero no... Porque eso
que nos pasó, eso que hicieron con nosotras sigue ahí... de forma latente y
disfrazado de tal forma que cuando vuelve, irrumpe violentamente en nuestra
psiquis y en nuestro día a día. Hacemos tantos esfuerzos por ocultarlo, que
durante días, meses o años vivimos tranquilas creyendo que logramos el
objetivo, pero empiezan los síntomas, las sensaciones extrañas, mil cosas
inenarrables... Hasta que un día, con una angustia poco conocida, todo lo que
creíamos haber ocultado perfectamente se nos pone en frente y ya no es posible
apartarlo. Se queda ahí, mirándonos de frente. Trayéndonos imágenes a nuestra
cabeza, sensaciones a nuestro cuerpo, dolores de los cuales creíamos haber
escapado para siempre... y nos destroza. Nos parte en mil pedazos. Nos desarma,
nos desintegra. Pero ya somos más grandes, , tenemos más herramientas...
algunas más y algunas menos. Recuerdo cuando mi psicóloga me dijo:
"ABUSARON DE VOS"
- "No. No. Estaba
jugando", dije yo.
- "No, Magda. Abusaron
de vos. Eso no está bien. Lo que hizo no está bien. No fue sin querer, no fue
por tu culpa. Esa persona debía cuidarte, tiene una patología y abusó de vos.
Fuiste abusada".
A muchos le parecerán
simples palabras, con cierta lógica. Pero no. Estamos inmersos en una sociedad
que naturalizó y aún naturaliza comportamientos malos y agresivos con un manto
de piedad, teniéndole lástima al abusador (victimario, digamos. Sea chorro,
asesino, violador o acosador, pueden ponerle el nombre que quieran).
De ese esfuerzo también
quiero hablar. Una mujer abusada no lo procesa de un día para el otro, porque
las marcas, la sangre, los gritos y los moretones muchas veces van por dentro.
Si no te ven golpeada no te creen, si no te ven derrotada y en el piso ponen
todo en duda, por suerte, de un tiempo a esta parte se habla de violencia
verbal, psicológica, aunque también es cierto que aún hay muchos problemas para
poder llegar a hacer entender que el papel de una perimetral no detiene la
violencia.
Qué otros esfuerzos se
esconden detrás de una persona que fue acosada o abusada? Hay uno que existe
para siempre... y sólo quienes lo atravesamos lo vamos a entender, no lo digo
soberbiamente, nunca quise tener este tipo de "exclusividad". Pero
hay una pregunta recurrente... va y viene. Viste cuando fantaseas con ganarte
el quini 6? Que pensas todo lo que harías, la casa que te comprarías, a vos y a
tus viejos, los viajes, la plata que donarías, los comedores comunitarios que
abrirías para las personas en situación de calle, etc. etc. etc. Hasta que te
acordás que ni siquiera jugas al Quini 6 y te vas a trabajar con una sensación
de que no lo vas a ganar jamás. Bueno, algo parecido nos pasa a nosotras... a
veces fantaseamos con: "cómo sería yo si no me hubiera pasado?" qué
hubiera sido de mí, si no me hubieran hecho lo que me hicieron.... me reiría
más? Tendría menos mambos sexuales? Hubiera sido menos acomplejada con mi cuerpo?
Sería más confianzuda? Sonreiría más en la calle? Sería más amable, porque no
vería el peligro latente en todos lados? y ahí, como un rayo que te parte a la
mitad te das cuenta que nunca lo vas a saber. Jamás. Que ya estás rota.
Resquebrajada. Que el juego de: "qué hubiera sido de mí, si no..." es
una realidad, dolorosa y tormentosa que se resignifica en miles de aspectos.
Cuando voy a una plaza me
divierto, miro a los nenes jugar, tomo mate, advierto de algunos riesgos cuando
se tiran de tobogán, cuando corren sin ver que pueden tropezarse y... VIENE EL
IMPACTO. Pienso, qué inocencia. Su único riesgo es lastimarse con los juegos.
Qué inocencia, carajo, no saben todo el mundo de mierda que está ahí afuera. No
saben cuántos tipos en este momento los están viendo jugar y generar el peor de
los escenarios en su mente.
Por eso digo, que los que
fuimos abusados hacemos muchos esfuerzos. Muchos. Todo el tiempo. Veo con qué
inocencia los nenes agarran una galletita cuando se las das, qué fácil es
tomarlos de la mano y llevarlos con vos... y nosotros, los adultos en vez de
decirles: la vida es maravillosa, la gente comparte lo que tiene, te canta
canciones, re quiere hacer reír, porque tu risa ilumina el mundo... tenemos que
decirles que se cuiden, que nos avisen si alguien quiso tocar su cuerpo, que no
agarren galletitas, que no agarren caramelos.
Entienden? Entienden que
cuando escrachamos o denunciamos a los abusadores y violadores les estamos
diciendo que no nos quedamos más callados? Entienden que no es por nosotras o
nosotros? Es por los más chiquitos, por los que no pueden decir que NO, como
nosotras o nosotros no pudimos decirlo. Es por ellos, es porque sabemos lo que
es estar solos, aterrados, desconfiar de nosotros mismos, de sentirnos hasta responsables
de quien nos abusó. Sabemos lo que es tener miedo en lugares donde no
deberíamos tenerlos. Lo sabemos porque nos pasó. Porque situaciones de
disfrute, como son las vacaciones, la colonia, salidas con familiares o
sencillas y simples siestas, eran nuestros lugares más horrorosos donde
estábamos desprotegidos, solos, con miedo y sin saber qué decir, qué hacer o
cómo comportarnos.
Mientras cuento o intento
contar con ciertos detalles todo esto que atravesamos... la vida va pasando. Y
con ella conocemos a gente nueva, algunas logramos no volver más a esos lugares
oscuros (recuerden, no volver per se, pero nunca nos vamos del todo) y la vida
aparenta tener cierta normalidad, por eso (no creo poder dar respuesta a una
acusación que surge desde un lado tan poco empático y amoroso, pero necesito
aclararlo) las mujeres que fuimos o somos abusadas tenemos ratos de
"normalidad", nos reímos, nos enamoramos, besamos en mayor o menor
medida, tenemos relaciones sexuales (que muchas veces pueden terminar en un
llanto que deja atónita a nuestra pareja), nos maquillamos, conseguimos
trabajos, hasta fotos nos sacamos... si! rotas pero humanas!
En todo ese camino de
transformación, que ni nosotras o nosotros sabemos que transitamos... siempre
escuchamos por primera vez que a alguien le pasó algo parecido. Escuchamos. Nos
identificamos, volvemos a creer que si a alguien más le pasó y pudo contarlo...
tal vez nosotras podríamos atravesar lo mismo. Seguimos escuchando historias,
leyendo relatos, agudizamos la escucha y afinamos el corazón. Comprendemos el
mundo de otra manera. Y ahí es cuando todo va tomando forma y color. El color
que una elija o pueda elegir. El color de la esperanza, de la salvación, de la
amistad. El color de la valentía, del coraje. El color de animarse. El color de
decir BASTA. El color de enfrentar y a veces hasta de confrontar. El color del
empoderamiento. De la libre elección. Y con todos estos colores, con todas las
miradas sororas que encontramos a lo largo de este camino de transformación
ocurre el milagro... SE ROMPEN LAS CADENAS.
Si, hermosa... se rompen. Te
lo juro. Siempre vamos a tener la pregunta ahí: "Y si no me hubiera
pasado?" No sería quién soy. No tendría esta enorme empatía por quien
sufre. No tendría a cautela al hablar o escuchar sobre problemas de otros, que
pueden no ser los mismos en los hechos, pero si en las ideas... porque yo sé lo
que estar en el barro. En el fondo del fondo. Se lo que es haber sido
humillada. Se lo que es no querer y tener que hacerlo. Se lo que es el terror de
callarme la boca, lo que es llorar sola y sentirme degradada. Se lo que es todo
eso y más.
Pero también, Martina, vos y
miles de cientos de mujeres... se lo que es la libertad. Se lo que es hablar,
no callarme, contar sin miedo, sin tapujos. Mirar de frente a cualquiera,
porque a mí me violaron, pero yo no les devolví lo mismo a los demás. Sí, me
violaron, me tocaron sin que yo quisiera, me tocaron sin saber qué estaban
haciendo conmigo y sin embargo yo no quiero eso, lo combato día a día, o
discuto, lo lucho, lo replico para que las personas que padecieron lo mismo que
yo puedan decirlo y puedan sanar esos dolores.
Querido Macho, cada vez que
vos dudas de una chica que cuenta de la humillación por la que pasó, un hombre
está repitiendo el abuso de otras maneras. Porque el único mensaje que estás
dando es que precisas ver moretones, sangre y ojos reventados para que conste
ese abuso. Y hay miles de casos comprobados, soy uno de ellos, que los abusos
muchas veces no dejan marcas visibles. Cada vez que te reís o hablás con tanta
soltura del tema, le estás diciendo a tu hermana, a tu hija, tu sobrina, tu
nieta o a hasta tu vieja misma que se calle la boca porque vos ni nadie va a
creerle. Abrí los ojos, macho, porque si los hombres tienen miedo es porque algo
alguna vez hicieron. Que crezcan y aprendan. No le tengas bronca a nuestros
gritos, temele a tu silencio, sé el hombre de bien que compartís en Facebook. Se el hombre en quien puedan confiar tus
hijos y tu pareja.