jueves, 6 de diciembre de 2018

Una vez yo tampoco entendí...

Para qué festejar el cumple si el nene no se da cuenta que cumple años?  Para qué celebrar navidad con Papá Noel si la gordita todavía es chica?

Y entendí que los más chiquititos no entienden de combinación de colores, de letreros hechos con manos temblorosas o por grandes artistas, que seguramente no entiendan de marcas, si compraron gaseosa o agua con jugo en polvo. Si hubo mucha comida, si soplo la velita en la torta más cara o en un bizcochuelo con algo de dulce de leche. Les da igual si pagaron miles de pesos en un salón con el dibujito del momento o se improvisaron con papel maché algunas guirnaldas de colores. 

Regalos? Son para los grandes, que muchas veces dejan sus paquetes para ser vistos, obligando a veces a que el que compró "una pavadita" lo de en privado por temor a las críticas. 
Da igual que haya o no fotos, que sean de cámara profesional o de esas que quedan salen todas movidas y siempre algún familiar es agarrado desprevenido bostezando o comiendo con unas ganas bárbaras un sanguchito. 

No hay lente, celular o vídeo que pueda captar todo lo que esa pequeña personita está recibiendo en el momento del cumple, del alguna celebración, incluso de las que tanto se critican porque no son "nacionales". Y qué? Importa acaso cuando tu bebé abre sus ojitos sin poder creer el festival de luces, besos, abrazos, risas y caricias que está viendo?


Todo lo que mencioné primero es para entretener a los grandes (cuántas veces vimos a los más chiquitos pasar horas con un trapito o una simple caja?). Lo que nosotros no entendemos es que la energía amorosa que reciba ese niño, esa niña... lo es todo. Los abrazos, las caricias, la interacción con otros adultos, con los más pequeños invitados. Aprenderá a compartir, a reírse, a reencontrase con familiares, a reinventar los abrazos. Y algún día crecerá y... entenderá. Como siempre quisimos, obstinadamente, los grandes. Que entienda a nuestro modo. Que entienda que lo amamos en ese día y lo amamos ahora. Que organizar un cumple era una forma de hacerlo sentir especial. De recordar que su llegada a este mundo tuvo un día y una hora, donde un ser humano hizo especial la vida de dos personas que lo estaban esperando. De cuatro. De seis. De diez. De cientos de tíos, tías, vecinos, amigos y abuelos que estaban ansiosos por recibirlo. Por darle amor. Risas. Caricias. Silencios. Siestas. Meriendas. 


Escribo todo esto porque hoy el amor de mi vida fue a buscar a su hijo para traerlo a su otra casita un par de días... y pensé: Acaso esto lo entiende el bebé? Qué diferencia hay entre un cumple y cuatro horas de tren para ir a buscarlo por unas pocas horas a veces, 2 o 3 días cuando tenemos suerte... Y pensé que amar es eso. Sólo amar. El resultado no está en nosotros. 


Pero algún día, bebé Rafa, entenderás que tu papá te soñó. Y aún te sueña. Que deja todo lo que está haciendo cuando le tirás los bracitos y te agarra, te besa y se queda quietito como si tuviera miedo a romper el hechizo mágico que se produce cuando sus chachetes se juntan y vos lo sujetas con tu manito minúscula, pero fuerte, tan fuerte... que vos, pequeño Rafael sos quien sostiene a tu papá con tanto amor que él logra resistir todo y más... 


Ojalá hoy entiendas en tu alma todo lo que te ama tu papá. Y el día que seas ya un hombre, entiendas qué tanto te amó tu padre y cuánto hizo amorosamente por tenerte siempre un poquito más cerca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario